Una fractura de meseta tibial es una lesión en la parte superior de la tibia, que es uno de los huesos largos de la pierna. Esta fractura puede ocurrir como resultado de un trauma directo, como una caída o un accidente automovilístico, o como resultado de una lesión deportiva de alto impacto.
Los síntomas de una fractura de meseta tibial pueden incluir dolor intenso en la parte superior de la pierna, hinchazón, hematomas, dificultad para soportar peso en la pierna afectada y deformidad en la articulación de la rodilla. El diagnóstico de esta lesión se realiza mediante radiografías y posiblemente resonancias magnéticas para evaluar la extensión de la fractura y posibles lesiones de tejidos blandos asociadas.
El tratamiento de una fractura de meseta tibial puede variar dependiendo de la gravedad de la lesión, pero generalmente implica inmovilización con una férula o yeso, rehabilitación física para restaurar la movilidad y fuerza en la pierna afectada, y en algunos casos cirugía para estabilizar la fractura con placas y tornillos.
Es importante seguir las indicaciones del médico para garantizar una adecuada recuperación y evitar complicaciones a largo plazo, como la artritis post-traumática. Es fundamental mantener una buena higiene de la herida, realizar ejercicios de rehabilitación y seguir las recomendaciones para evitar la carga de peso en la pierna afectada durante el periodo de recuperación.
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